SANTA MARTA_ La conocida frase que dice que el corazón de los hombres se juzga por su trato a los animales, permite colegir que los habitantes del barrio San Jorge, en el norte de Santa Marta, tienen desde hace tiempo ganado el rótulo de «buenas gentes».
Hace 16 años (el 25 de abril del 2007), un burro magullado fue adoptado por la comunidad, en una manifiesta muestra de amor hacia los animales.
Lastimado y con mirada triste, el animal se convirtió en el centro de atracción de niños y adultos, quienes lo acogieron como uno más de los suyos.
Con caminar lento, el burrito llegó al barrio quizás en busca de un lugar sombrío, dejando al descubierto las evidencias de un episodio de abandono, intolerancia y explotación animal.
Las llagas en su cuerpo y los hilos de sangre cristalizados sobre sus ancas, daban cuenta de una historia de violencia e insensatez, de cruel orfandad y de indolencia.
El burrito había sido desterrado de Taganga tras recibir golpes y malos tratos, al parecer por su amo.
Guiado por el instinto llegó al barrio que era, al sitio indicado, a un lugar donde moran almas caritativas y bondadosas.
Los primeros en socorrerlo fueron Miguel Álvarez y Rosa Hernández, quienes curaron las heridas en su anca. Luego dieron aviso al presidente de la Junta de Acción Comunal, Victor Rosado Utria y éste contactó al defensor de animales Alex Rodriguez.
La cadena de amigos se fue extendiendo hasta lograr contar entre sus eslabones con el médico veterinario Hernando Diazgranados.
ATENCIÓN CIENTÍFICA
Amarrado a un arbol de almendro, bajo la sombra, cual Unidad de Cuidados Intensivos, UCI, el burrito diariamente era curado.
Le aplicaban penicilina de 5 millones de miligramos, dextrosas, rifoxina en aerosol y panela rayada en las heridas.
Una actividad cotidiana a la que se sumaban niños que traían paja de los cerros de Taganga para alimentarlo
Las llagas, donde asomaban gusanos, fueron lavadas inicialmente con creolina.
Según diagnostico del médico veterinario Hernando Díazgranados, al burro se le dio una incapacidad de 3 meses.
Se acordó con la comunidad que en estado saludable sería utilizado para recolección de basuras o arreo de agua, pero para ello se le adaptará una zorra con las especificaciones que la norma exige.
UN NOMBRE
Al animal había que colocarle un nombre. Hubo varias propuestas, pero tras eliminar unas, se dirimió entre ‘El Cacique’ – en alusión a Diomedes Díaz – y ‘Tony Pechiche’. Al final este último fue el escogido.
Se requería también un documento que oficializara su ‘bautismo’ y entonces se expidió un certificado de adopción:
«Este animalito fue abandonado a su suerte por algún desadaptado que al verlo herido desestimó lo mucho que le sirvió. Gracias a Dios que aún existen personas de buen corazón para con los animales y el medio ambiente», se lee en el certificado.
Pasaron los días y ‘Tony Pechiche’ mostraba signos de recuperación. «Ya rebuzna con más gracia y ha dado muestra de su virilidad», dijo un habitante del sector.
Cualquier día al barrio llegó una persona que dijo ser su dueño y tras entregar explicaciones sobre su desaparición, pidió que se lo devolvieran. Con pesar se lo dieron.
Se supo que ‘Tony Pechiche’ murió 2 años después pero a los habitantes de San Jorge les quedó la satisfacción de haber cumplido con un deber.