La mayoría suele ver a la suegra como una figura incómoda, siempre al acecho, lista para lanzar críticas a cada paso del yerno. No fue mi caso.
Novys —sí, Novys, un nombre difícil de pronunciar, rematado con un Celina— fue mi amiga, mi aliada, mi cómplice. Conviví más de quince años con ella. Siempre fue una mano amiga, una presencia noble.
Oriunda de mi tierra y fiel representante de las mujeres plateñas, con su trabajo y esfuerzo logró sacar adelante a dos hijas profesionales. Tal vez esto no diga mucho para las generaciones actuales, pero para la mía y la de mi esposa —donde el machismo y la misoginia aún hacen estragos—, formar mujeres profesionales era un logro que merecía admiración. Vaya que sí hay que ondear banderas por ti.
Con su partida, la casa está sombría. El café se enfría, el aire se espesa, y hasta Couper, el perro de la familia parece estar de luto. Ana salió al colegio sin escuchar el “chao, mi negra” que tanto la acompañaba. Lo voy a adoptar, porque en esa frase estaba todo el cariño del mundo.
La costumbre tiene memoria. Y la mía, más viva que nunca, no deja de evocarla.. Historias como la de la señora Novys no son aisladas. En Colombia, millones de mujeres como ella dedican su vida al trabajo de cuidado no remunerado: cocinar, limpiar, cuidar a hijas, yernos, tíos, amigos, mascotas, asistir a los enfermos, a los mayores. Este trabajo es el cimiento invisible sobre el que se construyen los hogares, las comunidades y, en definitiva, juegan un papel preponderante en la economía.
Este tipo de labores se conoce como ‘economía del cuidado’. Abarca todas las actividades necesarias para sostener la vida: alimentar, educar, proteger, acompañar. Y aunque estas tareas generan un enorme valor económico y social, en su mayoría no son remuneradas ni visibilizadas. Se trata de un trabajo que, al no medirse ni pagarse, ha sido históricamente subvalorado y excluido de las cuentas nacionales.
La economía del cuidado recae desproporcionadamente en las mujeres. Según el DANE, en 2019 el 59% de las mujeres clasificadas como inactivas tenían como ocupación principal los oficios del hogar, en comparación con solo el 8% de los hombres.
Además, las mujeres dedican en promedio 7 horas y 45 minutos diarios al trabajo de cuidado no remunerado, frente a apenas 3 horas y 6 minutos que destinan los hombres (DANE, 2022). Esta desproporción tiene efectos directos sobre la participación femenina en el mercado laboral, sus ingresos, pensiones y autonomía económica.
El valor económico de estas actividades ha comenzado a cuantificarse gracias a instrumentos como la Cuenta Satélite de Economía del Cuidado, implementada tras la Ley 1413 de 2010. Según este sistema, el trabajo de cuidado no remunerado representa alrededor del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia. Para ponerlo en perspectiva, este porcentaje es mayor que el que aporta el comercio o la industria manufacturera. Y de ese 20%, el 75% es generado por mujeres. En otras palabras: sin el trabajo silencioso y cotidiano de mujeres como la señora Novys, la economía colombiana no funcionaría.
No se trata sólo de una cuestión sentimental o de gratitud. Reconocer y redistribuir la economía del cuidado es un asunto de justicia social y de eficiencia económica. La desigual carga del cuidado limita el acceso de las mujeres al empleo formal y restringe su crecimiento profesional. Al mismo tiempo, este trabajo no remunerado subsidia al Estado y al sector privado, reduciendo el gasto en servicios públicos de cuidado y permitiendo que otros integrantes de la familia (en su mayoría hombres), en mi caso en particular, me apoyó y me permitió desarrollar mis labores profesionales sin mayores contratiempos. Todos los asuntos domésticos se solucionaban con una simple llamada.
La señora Novys no tuvo horario de entrada ni de salida. Su jornada empezaba antes de que amaneciera y terminaba después de que todos nos fuéramos a dormir. Su trabajo era emocional y físico. Fue cocinera, enfermera, consejera, psicóloga, profesora, organizadora de la vida cotidiana. Su trabajo fue esencial para el desarrollo de una familia, para el éxito de sus hijas, para la estabilidad del hogar. Reconocer este tipo de trabajo implica más que elogiarlo. Implica generar políticas públicas de redistribución del cuidado: más jardines infantiles, centros de día, servicios domiciliarios,
horarios laborales flexibles, permisos de paternidad equitativos, cotizaciones subsidiadas para pensión de amas de casa. Implica transformar una cultura que naturaliza que el
cuidado es ‘cosa de mujeres’ y que presupone que su tiempo está al servicio de los demás.
Dejar de mirar a las amas de casa como inactivas es un primer paso. Están activas todo el tiempo, sosteniendo silenciosamente la vida y la economía. Son parte de un sistema de soporte que rara vez se ve, pero sin el cual todo colapsaría. Como Novys, que con su temple y su acción diaria construyó un legado que hoy vive en sus hijas, sus nietas y en quienes tuvimos el privilegio de compartir con ella.
Y no se trata solo de reconocer su esfuerzo a nivel doméstico, sino de entender su impacto a nivel nacional. Tal como señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), si se redistribuyera de manera más equitativa el trabajo de cuidado, se facilitaría una mayor inserción laboral de las mujeres, lo cual podría incrementar el Producto Interno Bruto de
los países de América Latina en varios puntos porcentuales (CEPAL, 2020). Esa es la magnitud del aporte que hoy ignoramos.
Referencias
• Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). (2019). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT). https://www.dane.gov.co
• Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). (2022). Cuenta Satélite de Economía del Cuidado – Año base 2017. https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticaspor-tema/cuentas-nacionales/cuenta-satelite-deeconomia-del-cuidado
• Ley 1413 de 2010. Por la cual se regula la inclusión de la Economía del Cuidado en el Sistema de Cuentas Nacionales. Diario Oficial No. 47.834. República de Colombia.
• Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2020). La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad. https://www.cepal.org