Hace unos años, al abrazar la fe evangélica, Alba renunció a muchas de sus aficiones mundanas. Una de ellas, la más legítima, era su devoción al cantante Daniel Santos Betancourt, auténtico movedor de masas (¿o rock star?) en aquellos bulliciosos años 50 de ese siglo XX tan denostado pero tan maravilloso.
Al pie de su cama exhibía un recorte del periódico El Heraldo, del 27 de noviembre de 1992, que anunciaba el fallecimiento del ídolo de Tras Talleres. Los años deterioraron el papel que narraba las vivencias de un hombre que con su vozarrón había interpretado la que quizás es la canción de protesta que se hizo en América Latina: Lamento Borincano.
Un cajón de su mesita de noche guardaba, entre recuerdos de Carlos, su difunto esposo, un libro que narraba las desventuras y alegrías (¡casó 12 veces!) de Santos. No era extraño que estuviese allí, entre los recuerdos, pues su esposo era otro afiebrado admirador. Todos los domingos, en las polvorientas calles del barrio Rebolo, era normal escuchar el picó de don Carlos con ‘Obsesión’, ‘Despedida’ y otros tantos temas del ‘inquieto anacobero’, como lo definían, en esa manía muy nuestra, muy Caribe, de ponerle remoquetes a la gente.
A pesar de su fe, muy anquilosada en eso de prohibir cualquier manifestación que no rindiese culto a Dios, y del hecho de haber mandado al zafacón todos esos recuerdos, creo que Alba siempre mantuvo intacto su especial cariño por Daniel Santos. El ‘anacobero’, con sus boleros, definía perfectamente las desdichas y alegrías de los hijos e hijas de tantos pueblos perdidos y abandonados del Caribe. También sus melodías daban un toque de optimismo frente a la adversidad del que se partía el lomo buscando el jornal para la familia, como hacía don Carlos en función de ella y cinco de sus hijos.
Alba, sin quererlo quizás, con ese recorte viejo, ese libro y tantos vinilos acumulados en casa, transmitió ese afecto musical a sus hijos y, en especial, a este servidor, su nieto. Eso es meritorio pues, como es normal, las nuevas tendencias se imponen y poco a poco Daniel Santos pasó a ese anaquel de artistas que solo recordamos muy pocos en momentos especiales. Este es uno de ellos.
Al irse, justo hoy, justo ahora, vuelve a mi memoria Daniel Santos diciendo “quién se condolerá de mi amargura si yo vuelvo y no encuentro a mi mamá”. Al irse, solo pienso quién se condolerá de mi amargura. Me consuelo, nuevamente parafraseando ‘Despedida’, diciéndome que ella siempre recordará mis amores pues yo, ya de ella, nunca me olvidaré. Alba, adiós; última anacobera.