Iniciado el mes de diciembre del 2021, también inicia el tercer año de la pandemia por el coronavirus SARS-Cov-2, el tema de salud pública que por obvias razones ha tenido más ocupado y preocupado al mundo desde finales del año 2019. Por eso en estos momentos de la pandemia, cuando ya el número de fallecidos por esta causa superó hace rato los 5 millones y sigue su rumbo a los 6 millones y el número de casos diagnosticados avanza hacia los 270 millones, se deben conocer y medir los daños generados por una de las más graves afectaciones que este coronavirus le ha traído a la humanidad en estos 24 meses.
Lo anterior es especialmente relevante justo ahora que un análisis investigativo muy completo demostró que la pandemia generó un aumento notable y desproporcionado en la carga mundial de trastornos depresivos y de ansiedad que ha impactado la salud mental principalmente en las mujeres y los niños y jóvenes en todos los continentes.
El estudio, el más grande que se haya hecho para medir el impacto que la pandemia generó en la salud mental, lo adelantó el Centro de Investigación de Salud Mental de la Universidad de Queensland en Australia, que al analizar 5.638 estudios publicados entre enero de 2020 y enero de 2021 en 204 países y territorios, evidenció que la depresión y la ansiedad se encuentran entre las principales causas de pérdida de salud en todo el mundo, (New Global Burden of Disease analyses show depression and anxiety among the top causes of health loss worldwide, and a significant increase due to the COVID-19 pandemic).
Esta investigación que fue publicada en la edición del presente mes de diciembre de la revista médica The Lancet, mostró que la pandemia llevó a un significativo aumento de los trastornos depresivos y de ansiedad a nivel mundial en el pasado 2020 con cifras alarmantes: hubo un incremento drástico en el número total de casos de trastornos mentales con 53,2 millones y de 76,2 millones de casos adicionales de trastornos depresivos mayores (TDM) con ansiedad.
Al momento de comparar las cifras con las del año 2019, los investigadores comprobaron que el grupo más afectado por este impacto de la pandemia fue el de las mujeres, presentándose 53 millones de nuevos casos de ansiedad y 35 millones de adicionales de TDM. Los expertos de la Universidad de Queensland infieren que ese aumento entre las pacientes del sexo femenino se relaciona directamente con las grandes dificultades económicas en las que cayeron las mujeres durante la pandemia.
Incluso, Alize Ferrari, líder del grupo investigador, manifestó que las mujeres resultan especialmente afectadas porque las responsabilidades domésticas y de cuidados adicionales tienden a recaer en ellas, además que ellas tienen la mayor probabilidad de padecer la violencia doméstica, que aumentó a lo largo de la pandemia. De igual forma, debe tenerse en cuenta lo que implica para la salud mental de las mujeres el hecho que ellas pierdan sus empleos, como le ha ocurrido a muchas en este par de años pandémicos.
Para el caso de Colombia, sería bueno conocer el impacto que ha tenido la pandemia en la salud mental de las mujeres con la violencia doméstica que aumentó con la pandemia, pero también sabiendo que la tasa de desempleo en las mujeres es doble a la de los hombres.
El estudio también puso en evidencia que durante la pandemia la población joven es la que ha tenido una mayor probabilidad de perder sus puestos de trabajo y por tanto, de padecer crisis económicas, por lo que también hacen parte de quienes más afectación de su salud mental han tenido por la pandemia. Es así que los investigadores encontraron que en las personas entre los 20 y los 24 años de edad, hubo 1.118 casos adicionales de TDM para cada 100 mil personas y 1.331 casos adicionales de trastornos de ansiedad por cada 100 mil personas.
Ferrari sostiene al respecto que el cierre de las escuelas y las limitantes de interacción social como consecuencia de las restricciones más amplias que redujeron la capacidad de esta población joven para relacionarse con sus compañeros, además del riesgo de desempleo, fueron factores importantes para que en este grupo poblacional se viera el impacto negativo en su salud mental, aumentando los casos de TDM y de ansiedad a lo largo de la pandemia. En otras palabras, haber confinado a la población joven, sacándola de su rutina académica y social, la protegió de los contagios pero le afectó y de gran manera, su salud mental.
Al tratar de correlacionar la infección por el coronavirus y la disminución de la movilidad de las personas por las restricciones del confinamiento con la afectación de la salud mental, el estudio demostró que a nivel mundial la prevalencia de los trastornos de ansiedad está más asociada con el aumento de las tasas de infección por el SARS-Cov-2, mientras que la prevalencia de TDM está más asociada con la disminución de la movilidad de las personas por las limitantes impuestas al respecto durante la pandemia.
Los investigadores también abordaron la problemática desde la poca capacidad que tienen muchas poblaciones, especialmente en países de bajos recursos, para poder acceder efectivamente a servicios integrales de salud mental, lo que h contribuido a que no existan enfoques preventivos o de pronto diagnóstico para estas afectaciones, lo que ha conllevado a la potenciación del problema en los diferentes grupos poblacionales, iniciando con los niños pero que incluye también en la ecuación a los adultos mayores.
En síntesis, los confinamientos, la crisis económica, las secuelas físicas que se evidencian en el síndrome post-covid que padece un porcentaje muy importante de la población que padeció Covid y todo este escenario de afectación de la salud mental, empeora la situación de una gran cantidad de personas que hoy padecen como consecuencia directa de la pandemia. Sin embargo, en estos análisis “en frío”, jamás puede dejarse de lado que la salud es un derecho fundamental de los seres humanos, por lo que también “la salud mental es un derecho humano”, como lo mencionan los investigadores australianos en el estudio. Por ello, independiente del nivel de ingresos de la persona, su edad o su condición, todos merecen tener acceso efectivo a programas integrales de prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación cuando su salud mental se afecta, así sea leve y tanto mayor de manera severa, tal y como ha ocurrido en este caso por la pandemia.
En Colombia siguen pendientes otros puntos relacionados que aún no se solucionan como la atención a la salud mental de los menores que perdieron por Covid a sus padres y abuelos que eran sus principales cuidadores, así como la atención específica para el manejo integral de los problemas de salud que le quedaron a un gran número de personas que hicieron y hacen parte del ejército del talento humano en salud que enfrentó y siguen enfrentando el coronavirus y sus consecuencias en la población que acude en búsqueda de recuperar su salud así afectada.
Son problemas estructurales del sistema de salud que hoy agravan aún más la salud mental de las personas ya de por sí vulnerada por la pandemia, como dijo recientemente una columnista ante la necesidad de modificar esas realidades que no han podido ser solucionadas por el sistema de salud y que superan las discusiones de la cobertura universal en salud de los colombianos, “estamos en mora de encontrar la vacuna para esa pandemia”.
La pandemia visibilizó aún más la problemática de la salud mental en el mundo, situación que ya era evidente, incluso antes de la misma pandemia. Pero si los gobiernos de los países en los cinco continentes no adoptan cuanto antes las medidas pertinentes para intervenir esa realidad para que no siga el aumento drástico y dramático de la ansiedad y los trastornos depresivos mayores, la salud mental de las personas seguirá siendo una auténtica locura.