Tomado de El Heraldo
SANTA MARTA_ En Santa Marta 2.8 hectáreas de un tupido bosque seco, en el área urbana, se han convertido desde hace dos décadas en el santuario de miles de animales moribundos que pudieron conseguir otra oportunidad para vivir.
Allí, un grupo de personas, con entrega, dedicación y profesionalismo, atienden y recuperan a especies que son capturadas para su comercialización, abandonadas a su suerte o que por diferentes razones están por fuera de su hábitat.
El resguardo es el Centro de Valoración y Atención de Fauna Silvestre, CAVFS, creado hace 22 años por la Corporación Autónoma Regional del Magdalena, Corpamag, y establecido en el barrio Santa Ana, en el suroriente de la ciudad.
La razón de construirlo en este sitio fue que en el POT de ese entonces (hace 22 años), el corredor desde la Universidad del Magdalena hasta la Quinta de San Pedro Alejandrino (en cuya área está ubicado) era un remanente de bosque seco dentro de la ciudad y estaba planeado como el espacio para el Jardín Botánico.
Hoy en día, del bosque solo sobreviven pequeños fragmentos, tanto en la Universidad como en la Quinta y en el Centro de Fauna. El resto ha sido urbanizado, por lo que Corpamag tiene planeado trasladarlo a las afueras de la ciudad.
El CAVFS inició con la construcción de unas cuantas jaulas y con la adecuación de la clínica para comenzar a dar asistencia a los animales que llegaban fruto de las entregas por parte de la comunidad, y en muchos casos como producto de accidentes vehiculares, o animales que, por diferentes razones, se encontraban heridos.
El médico veterinario zootecnista Walberto Naranjo, director del Centro, comunicó que en los años transcurridos desde su creación, por sus instalaciones han desfilado muchísimos animales, los cuales una vez recuperados han retornado a su hábitat.
Se relacionan jaguares, de los cuales una hembra – que no se pudo liberar por problemas genéticos –aún permanece en el lugar a pesar de su avanzada edad.
También pumas, osos palmeros, hormigueros y perezosos; ñeques, monos, ardillas y zarigüeyas o zorros chuchos.
Tortugas de diferentes clases e iguanas lastimadas por la desgraciada práctica de la extracción de sus huevos. Asimismo, morrocoyos mantenidos en muchos predios que se consideran de buena suerte y que ha llevado a que existan muy pocas poblaciones naturales en libertad.
Babillas, boas y lagartos, incluso de zonas de páramo andino, decomisados por la Policía en tránsito antes de ser exportados ilegalmente.
Además, canarios que llegan en época de reproducción, capturados por cientos y depositados en cajas con mínimo espacio, razón por la cual muchos mueren antes de llegar a su destino.
Otras aves como chavarrias, flamencos, chau chau, loros y guacamayos, con sus plumas cortadas que requieren largos tiempos de recuperación mientras vuelven a crecer y quedan aptas para volar.
Igualmente loros tinturados como si hubiesen estado en las manos de expertos estilistas que los traficantes venden como especies nuevas o exóticas.
Según el científico Walberto Naranjo, estos últimos “deben estar en cautiverio mientras los obligamos a mudar esos colores artificiales que interfieren con sus capacidades reproductivas”.
Actualmente hay un búho de anteojos que perdió un ala y no podrá volver a volar. Este tipo de animales se entrega a instituciones educativas para que mientras vivan conserven su función de servir para educación ambiental.
El funcionario hizo también alusión a un caimán de 4,5 metros que para los procesos de toma de muestras, traslados y liberación se hacía necesario contar con la ayuda de al menos 10 o 12 auxiliares de la Policía Ambiental.
Liberación
De todos estos animales se ha logrado que su disposición final en las diferentes modalidades de liberación (dura, blanda y asistida) se hayan reintegrado al menos un 80 por ciento a los entornos naturales.
De acuerdo con Naranjo, liberar un animal “es lo que nos impulsa todos los días a lidiar con muchas cosas que se nos presentan, a repetir el proceso y a no desanimarnos”.
Sostiene que retornarlos a su hábitat no es tan doloroso, pues aunque por la convivencia de meses con ellos logran despertar emociones y sentimientos, el saber que están volviendo a su libertad los hace muy felices.
Destaca que “en posteriores jornadas de seguimiento, luego de 6 y 14 meses del proceso de liberación, se ha podido comprobar que están vivos y que se han reproducido”.
“Esto demuestra su adaptación a vivir en estos entornos sin ninguna asistencia, y que los programas de recuperación fueron efectivos”, anotó el médico veterinario y zootecnista.
Agregó que “en un mundo ideal, un espacio como este solo sería necesario para atender animales accidentados o que requirieran asistencia para su reubicación. Desgraciadamente el tráfico y la tenencia ilegal de fauna silvestre son la principal razón para ayudar a aquellos animales que fueron extraídos de sus entornos naturales, y llevarlos hasta recuperar las habilidades para volver a sus roles naturales, sin presentar riesgos biológicos que pudiesen haber sido adquiridos en su cautiverio”.
Compromiso institucional
Durante los últimos cinco años el Centro de Atención de Fauna y Vivero ha atendido en promedio unos 1.600 animales por año, y produce alrededor de 100.000 árboles de especies nativas para programas de reforestación y recuperación forestal en los diferentes pisos térmicos del departamento.
Actualmente hay 360 animales de 62 especies diferentes en recuperación. Todos arriban pero para irse, excepto la jaguar que llegó hace muchos años con una enfermedad genética que le impedía sobrevivir en libertad y ahora por ancianidad se quedará hasta su muerte.
Y es que para Corpamag contar con un lugar adecuado para llevar a cabo los procesos clínicos biológicos y comportamentales que componen los protocolos de valoración, recuperación y restauración de la fauna a sus entornos naturales no solo hace parte de su filosofía y funciones, sino que además ha sido un compromiso de los directores con el bienestar de las poblaciones que se han visto afectadas por la extracción ilegal del recurso faunístico.
Por eso el llamado es a combatir y denunciar el tráfico de fauna silvestre en todo el departamento y a respetar el derecho a la vida en su entorno natural.
Lo que queda claro es que el CAVFS es la muestra fehaciente de la conocida frase: “La grandeza de una Nación y su progreso moral se juzga por la forma cómo sus animales son tratados”, indicó uno de los veterinarios.