SOS son tres letras que desde 1906 se utilizan como señal internacional de socorro y en esta ocasión el título de esta columna indica que efectivamente desde Colombia se le envía al mundo una señal internacional de socorro por su población infantil pues muy a pesar que en este país esta población por ser vulnerable, es constitucional y legalmente en teoría una población protegida y atendida de manera preferencial en sus diferentes necesidades por el Estado, en la práctica la realidad es muy distinta.
La realidad que vive la niñez colombiana dista mucho de aquella que merecen tener los menores en nuestro país. Nada más basta recordar lo ocurrido en las recientes festividades de fin del año 2021 y de año nuevo del 2022, cuando un total de 289 menores de edad, muchos de ellos estando en compañía de adultos bajo efectos del alcohol, resultaron lesionados con pólvora, (quemaduras, mutilaciones, intoxicaciones, etc.). Esa cifra que resulta aberrante desde todo punto de vista demuestra que en Colombia los niños siguen quemándose con pólvora cada año por el incumplimiento en el país de lo que se estableció en la Constitución Política de 1991 y leyes posteriores para este tema en específico dada la especial protección de este grupo poblacional.
La semana pasada se envió un mensaje angustiante por la lamentable situación actual de desnutrición e inseguridad alimentaria que se vive en el país y de manera especial, en la población infantil. Según la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco), a partir de los resultados de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, en Colombia más de medio millón de niños cuyas edades no superan los cinco años se encuentran en desnutrición crónica, lo que definitivamente marcará negativamente para el resto de sus vidas a estos niños impidiéndoles un adecuado crecimiento y desarrollo.
Esa información cruza perfectamente con lo reportado por el Instituto Nacional de Salud (INS), que en unos de sus recientes boletines epidemiológicos informó que 15.800 menores de cinco años presentaron desnutrición aguda en el año 2021.
Este desalentador panorama de hambre en este grupo poblacional reportado por la entidad “Niñez ya” que agrupa cerca de 200 organizaciones, muestra que en Colombia en el 30% de los hogares donde hay niños, no se consumen las tres comidas al día y que para complemento aumentó la violencia familiar contra la niñez en el 2021 en un 47%. Esa cifras fueron presentadas la semana anterior por parte de esa entidad en su informe “La niñez no da espera: situación y propuestas para superarla”.
Además de esas situaciones adversas para el desarrollo de la niñez en Colombia, se conocieron datos que hacen de este país un escenario poco amable para esta población que desde la perspectiva y el discurso del Estado, “goza de protección integral y atención preferente de sus necesidades”. La opinión pública pudo conocer la semana anterior que del año 2020 al 2021, la cantidad de niños que se vieron afectados por el conflicto armado pasó de 12.481 a 23.365, lo que indica que el daño por este conflicto sigue subiendo cada año, en este caso el doble, y que no se puede negar aunque lo quieran hacer, que la guerra en Colombia se está recrudeciendo, es claro que esas cifras así lo confirman. Lastimosamente, son los niños con sus sufrimientos, su salud y sus vidas, quienes así lo están confirmando.
La etapa de los sueños que la población infantil debería disfrutar, vuelve y se vulnera con otro hecho que afecta a las niñas entre 10 y 14 años: la violación y los embarazos derivados de ese crimen. En los años 2020 y 2021 se registró un aumento del 10% en el número de niñas violadas que obligadas a ser madres pasaron de jugar con muñecas a atender a sus propios hijos de carne y hueso. Los reportes indican que departamentos como el Valle del Cauca y el Magdalena mostraron los peores índices al respecto, muy a pesar de la existencia teórica de una política nacional de salud pública que aborda la problemática de la salud sexual y reproductiva.
La pandemia por el SARS-CoV-2 que causa la enfermedad Covid-19 no perdonó ni siquiera a los niños y lo hizo de varias maneras en Colombia. Según una reciente publicación de “The Lancet”, el número de niños, niñas y adolescentes huérfanos por Covid-19 es de 33.293, que perdieron a padres, madres, y a ambos progenitores por la pandemia, y a otros cuidadores, incluyendo sus abuelos.
Sin embargo, esta cifra resulta aún mayor si se confirman los números que se derivan de una serie de extrapolaciones que hace “The Lancet” sobre la cantidad de menores que en Colombia perdió al menos uno de sus padres por cuenta del Covid-19. Según este análisis proyectado, la cifra de menores huérfanos por la pandemia sería de aproximadamente de 55.300 niños, niñas y adolescentes. De esos 12.500 habrían perdido hasta el momento a sus madres por Covid-19 y 42.800 a sus padres. De acuerdo con esa extrapolación, si se hiciera una división por edades de los huérfanos por la pandemia en Colombia, 7.500 tendrían entre 0 y 3 años al momento del fallecimiento de su progenitor, 11.700 entre 5 y 9 años de edad y 36.100 estaban en la adolescencia al momento de la pérdida.
Resulta importante hacer un segundo análisis al relacionar la muerte de un progenitor con la edad del niño al fallecer ese progenitor. No es igual para la salud mental del huérfano perder al padre, a la madre o a los dos al tiempo, cuando se tiene 3, 8, 13 ó 17 años. Si para un adulto perder el padre o la madre resulta un evento trágico y doloroso, afectación emocional que esa situación genera en un menor, es aún más doloroso en un momento en el que es muy vulnerable, como es la niñez.
La pandemia también causó otro tipo de problemas en este grupo etário, tal vez el más sensible y expuesto emocionalmente al impacto de este evento de salud pública que le cambió la historia al mundo. Por ejemplo, eventos como el confinamiento que se adoptó para reducir la tasa de contagio y transmisión del virus, se relaciona con la generación de riesgos psicosociales en las familias, e inclusive, una investigación del Instituto Colombiano de Neurociencias, concluye que el 88 % de los niños presentó una afectación en su salud mental y el comportamiento debido a la pandemia, además que el 42 % vio afectadas sus habilidades académicas durante la cuarentena implementada por las autoridades para reducir el riesgo de contagio por Covid-19.
Durante la pandemia de igual forma ocurrieron muchos abandonos de niños, niñas y adolescentes, documentados por los 372 eventos de este este tipo solo entre los meses de marzo y noviembre de 2020 en Colombia, cifra que será mayor en la medida que se conozcan los abandonos de menores que pasaron a “protección” del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) en el 2021 y lo que va del 2022.
Y el recibo de la deuda que se tiene con esta población en el país es aún más amplio, pues datos complementarios dados a conocer la semana que acaba de concluir muestran que a nivel territorial solo el 33 % de los niños que viven en zonas rurales tienen alguna afiliación al sistema de salud, vacunas completas o educación.
Con todo ese escenario es urgente que se adopten y cumplan todas las acciones en las regiones que se requieren para atender de una forma integral a esta población, que como ya se dijo, si bien se le considera vulnerable, pareciera que dicha vulneración estuviese generándose en y por el mismo Estado.
Lo planteado en este escrito son razones y elementos suficientes para que quienes aspiran a ser Presidente de la República se propongan como prioridad acabar con todas esas adversidades que hoy deben enfrentar a diario los niños, las niñas y los adolescentes de este país. Toda esta serie de realidades deben ser consideradas como una problemática integral que debe ser incluida como elemento de vital importancia para ser abordado de una manera efectiva en el próximo Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 que lidere el nuevo mandatario de los colombianos, porque ya en este cuatrienio no se logró modificar esa cruel realidad de la niñez en Colombia, antes…¡empeoró como lo muestran algunas cifras aquí presentadas!
Por eso, mientras la escena del país siga mostrando que en Colombia los niños y niñas cada año se queman con pólvora, padecen hambre, desnutrición crónica y también aguda, sufran violencia intrafamiliar, sigan siendo víctimas del conflicto armado, a las niñas las violen y las embaracen, carezcan de programas integrales de salud pública para enfrentar la orfandad derivada de la pandemia así como los problemas de salud mental que se han causado en ellos por ese evento de salud pública, no tengan ayuda especializada para vencer los riesgos psicosociales en las familias causados por Covid-19 ni hayan programas serios para lograr que ellos recuperen las habilidades académicas perdidas por la pandemia, un número importante de los menores en Colombia estarán sintiendo que están justo en medio del peor de los mundos.
Y mientras eso sea así, seguirá enviándose un SOS como señal internacional de socorro por esta población vulnerable que teniendo el derecho constitucional y el marco legal de respaldo, no ha podido ser protegida ni atendida de manera preferencial en sus diferentes necesidades por el Estado colombiano.