Columna del profesor e investigador universitario Jaime Alberto Morón Cárdenas.
La conmemoración del Día Mundial del Turismo invita a reflexionar sobre un sector que impulsa la economía y presenta retos de equidad y sostenibilidad. Antes de la pandemia, Colombia recibió 4,5 millones de visitantes no residentes y generó más de 6.784 millones de dólares en divisas, cerca de 3,8 % del PIB (MinCIT, 2022a). En 2020 las llegadas internacionales se desplomaron 69 % (MinCIT, 2022a). Para 2024 el país volvió a estar en movimiento con 6,7 millones de turistas extranjeros, contribuyó en un 2,3 % al PIB y generó 1,3 millones de empleos (MinCIT, 2025a). A pesar de estos avances, el 60 % de las personas que trabajan en turismo no tienen contrato ni seguridad social (DANE, 2025a).
La Organización Mundial del Turismo alerta de que las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con el sector podrían crecer al menos un 25 % para 2030 (OMT, 2025). La expansión de hoteles y carreteras en áreas naturales destruye hábitats y contamina el aire y el agua (MinCIT, 2020). En algunos destinos, el consumo de agua por turista es varias veces mayor que el de los residentes y la erosión del suelo se acelera (Vianchá, Rojas y Barrera, 2021). Greenpeace denuncia que un crucero típico emite gases altamente tóxicos y aporta poco a la economía local porque los pasajeros permanecen pocas horas y gastan poco (Greenpeace, 2023). Estas señales muestran que el turismo sin criterios de sostenibilidad puede agravar la crisis climática y socavar los recursos que lo sustentan.
En el Magdalena la paradoja entre potencial turístico y pobreza estructural se evidencia en las cifras. Entre 2023 y 2024 la pobreza monetaria departamental subió de 50,3 % a 51,7 % y la pobreza extrema alcanzó 23,2 %; el índice de Gini pasó de 0,497 a 0,504 (Morón, 2025a). Solo 48,4 % de los hogares rurales tiene acueducto y 3,2 % cuenta con alcantarillado (DANE, 2025b). Más de 80 % de los trabajadores rurales y la mayoría de los urbanos carecen de protección social y la informalidad en Santa Marta supera 58 % (Orozco y Portillo, 2025). Un cuarto de los jóvenes no estudia ni trabaja (De la Torre y Morón, 2023). Estas cifras demuestran que el turismo por sí solo no reduce la pobreza ni mejora la calidad de vida.
Aun así, Santa Marta atrae la mayor parte del turismo nacional. 2024 la ciudad recibió más de 2,2 millones de visitantes y movilizó alrededor de 200 000 pasajeros en la temporada de fin de año (Cotelco, 2024). La actividad se concentra en la capital: el 97,5 % de los prestadores de servicios turísticos del departamento está allí y el 71 % de los inscritos en el Registro Nacional de Turismo corresponde a viviendas turísticas informales (Cotelco, 2024). La informalidad laboral llega al 62,3 % y la tasa de homicidios excede las 34 muertes por cada 100.000 habitantes (Alcaldía de Santa Marta, 2024). Estos números muestran un crecimiento desigual que excluye a los municipios rurales.
El Gobierno Nacional ha intentado alinear el crecimiento turístico con la sostenibilidad. La Política de Turismo Sostenible ‘Unidos por la Naturaleza’, adoptada en 2020, reconoce el capital natural como el activo principal de Colombia y propone estrategias para protegerlo, entre ellas fortalecer los sistemas de información, vincular la planificación turística con la gestión ambiental y promover productos basados en la biodiversidad (MinCIT, 2020). El Plan Sectorial de Turismo 2022–2026 fija metas como recuperar los niveles prepandemia, atraer entre 7,3 y 12 millones de visitantes internacionales y aumentar la participación de mujeres y jóvenes en el empleo formal (MinCIT, 2022b). Estas políticas plantean un turismo regenerativo que combine crecimiento, inclusión y protección ambiental.
En coherencia con la política ‘Unidos por la Naturaleza’, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha señalado que la sostenibilidad se ha convertido en el mayor atractivo turístico del país, abarcando desde la inversión histórica de 1,2 billones de pesos en 654 municipios hasta la promoción internacional con la campaña Colombia, el País de la Belleza. Incluyen también la construcción de paz en 121 municipios PDET mediante la certificación de destinos y actores locales; el impulso al turismo comunitario con más de 250 organizaciones de base y 2.000 unidades productivas; y el fortalecimiento del capital humano con programas de formación, becas y colegios amigos del turismo. A ello se suman la planificación territorial con planes de ordenamiento ecoturístico, la transición hacia prácticas de descarbonización y economía circular en 300 MiPymes, la consolidación de un turismo responsable frente a problemáticas sociales y ambientales, el aseguramiento de la calidad con 29 destinos certificados y 40 en proceso, y la promoción de experiencias auténticas que rescatan la diversidad cultural, natural y de bienestar del país. Estas diez líneas evidencian que la sostenibilidad dejó de ser un discurso abstracto para convertirse en el eje estructurante de la política turística nacional (MinCIT, 2025a).
A nivel regional, los planes de desarrollo del Magdalena y de Santa Marta reconocen el turismo como estrategia de competitividad, pero chocan con la realidad territorial. La Comisión de Competitividad Regional señala que las brechas entre el centro y la periferia explican buena parte del rezago en productividad y competitividad (Comisión de Competitividad Regional, 2025). El turismo se concentra en Santa Marta y el Parque Tayrona, mientras la mayoría de los municipios depende de actividades agropecuarias poco productivas y carece de infraestructura básica (Gobernación del Magdalena, 2024). Menos de 10 % de la red vial está pavimentada y muchos destinos no cuentan con suministro continuo de agua potable ni con sistemas adecuados de saneamiento y manejo de residuos (Gobernación del Magdalena, 2024). La ausencia de datos confiables sobre el comportamiento turístico dificulta la toma de decisiones y la coordinación institucional sigue siendo débil.
Frente a estos desafíos, la sostenibilidad del turismo en el Magdalena exige acciones concretas. La primera es formalizar el empleo. Un programa distrital de empleo turístico puede incentivar la formalización mediante beneficios tributarios y un sello de reconocimiento que distinga a los operadores responsables (Alcaldía de Santa Marta, 2024). Este programa debe articularse con el Servicio Nacional de Aprendizaje y con las universidades para capacitar a jóvenes y mujeres, quienes presentan las tasas más altas de informalidad (Orozco y Portillo, 2025).
La segunda acción es invertir en infraestructura esencial. Más que proyectos emblemáticos, se requieren servicios básicos: suministro de agua potable, tratamiento de aguas residuales, manejo de residuos sólidos, señalización y senderos. Un plan maestro de infraestructura, financiado con recursos públicos y privados, permitiría priorizar estas inversiones y mejorar la conectividad vial (Gobernación del Magdalena, 2024). Sin vías, agua y saneamiento no hay destino sostenible.
La tercera acción es diversificar la oferta. El modelo de sol y playa debe complementarse con circuitos patrimoniales, gastronomía, turismo rural comunitario y etnoturismo. La Quinta de San Pedro Alejandrino, la Casa de la Aduana y los museos universitarios pueden articularse en rutas culturales; la gastronomía local puede promoverse mediante ferias y festivales; el turismo comunitario en la Sierra Nevada puede generar ingresos para indígenas y campesinos. Estas iniciativas requieren asistencia técnica, alianzas con la academia y articulación con la cadena agroindustrial (Gobernación del Magdalena, 2024).
La cuarta acción es fortalecer la gobernanza y la sostenibilidad. La creación de un Fondo Distrital de Sostenibilidad Turística permitiría financiar la recuperación de playas, el control de la capacidad de carga y la obtención de certificaciones ambientales mediante recursos de Fontur y convenios con la autoridad ambiental (Alcaldía de Santa Marta, 2024). Actualizar las normas que regulan las viviendas turísticas y las plataformas digitales y exigir su registro reduciría la informalidad y la competencia desleal. Una Mesa Técnica de Turismo con participación del gobierno local, los gremios, la academia y las comunidades facilitaría la coordinación. Un observatorio turístico con datos en tiempo real sobre llegadas, gasto y percepción de los residentes apoyaría la toma de decisiones (MinCIT, 2020).
Finalmente, todas estas medidas deben articularse con una estrategia de adaptación al cambio climático. La promoción de energías renovables en hoteles y restaurantes, la construcción sostenible, la economía circular y los acuerdos de conservación con comunidades indígenas y campesinas son acciones clave para reducir la huella ambiental.
En conclusión, el Día Mundial del Turismo no debe quedarse en discursos o cifras récord. El Magdalena y Santa Marta reciben millones de visitantes, pero siguen siendo territorios pobres y desiguales (DANE, 2025a; Morón, 2025a). El turismo solo se convertirá en motor de desarrollo si se formaliza el empleo, se mejora la infraestructura básica, se diversifica la oferta y se fortalece la gobernanza ambiental. De lo contrario, la actividad seguirá reproduciendo desigualdades y erosionando la riqueza natural que la sustenta.